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El verdeo busca recuperar su lugar

Es un eslabón relegado en la cadena forrajera. Recomendaciones sobre fertilización, calidad e integración dentro de la oferta nutricional.

El clásico pastoreo directo de los verdeos como única dieta, su combinación con silajes de sorgo o maíz en “autoconsumo” viene en aumento, especialmente en las zonas subhúmedas y semiáridas. Como los silajes son típicamente deficientes en proteína, su complemento con pastoreo de verdeos o pasturas con mayor contenido proteico posibilita armar un sistema simple, de dieta balanceada, que permite lograr buenas ganancias de peso en recrías y engordes a campo.

Otra alternativa de utilización más reciente consiste en la sustitución de silajes convencionales por otros de cereales menores. Suele decirse que en calidad del silaje la cebada a veces supera algo al trigo, avena o triticale, pero todos representan variantes novedosas a considerar en la utilización de estos recursos.

Pastura invernal

En primer lugar, se recomienda realizar un análisis de suelo para estimar el aporte de nutrientes que este le puede ofrecer al cultivo. Los principales elementos a considerar son fósforo (P), nitrógeno (N) y azufre (S). La necesidad de fertilizar con P en general es deducible de la provisión general del elemento de cada región e incluso por la historia cultural de los lotes. Al nitrógeno se lo reconoce más ampliamente como un elemento clave para lograr buenas acumulaciones de biomasa. No obstante, para obtener buenas eficiencias de uso, el nivel de fertilización debe ajustarse según la reserva de agua en el perfil, las condiciones del lote o las probabilidades de precipitaciones de una zona.

El azufre (S) se caracteriza por presentar una dinámica muy similar a la del N y sus deficiencias han sido descriptas, con mayor frecuencia, en suelos arenosos con bajo contenido de materia orgánica así como en suelos degradados con disminuciones marcadas en su fracción orgánica o en ambientes de larga historia agrícola sojera.

Calidad en la dieta

En un sentido integral, la calidad de un forraje está dada por dos componentes que son sus características composicionales y la capacidad de lograr consumos adecuados. En la práctica, cuando se habla de “calidad”, generalmente se está pensando en el primer componente y, como tal, para verdeos cuenta su porcentaje de materia seca (MS), la digestibilidad y los contenidos de proteína (PB) y fibra (FDN).

En particular, el contenido de FDN, puede darnos una idea sobre su digestibilidad, la cual puede comprometerse cuando los valores de FDN superan el 50 por ciento.

Más recientemente, se ha puesto el foco sobre una adecuada relación entre la PB y los carbohidratos (energía), rápidamente disponibles para las bacterias del rumen y, en este sentido, conocer el nivel de carbohidratos solubles (CHS) puede solicitarse en un análisis químico.

Esto se relaciona con el hecho de que en los crecimientos iniciales un verdeo podría tener altos niveles de proteína, buena digestibilidad y baja fibra, pero generar ganancias de peso discretas.

En esos casos, un bajo contenido de MS asociado a bajos consumos, desbalances entre proteína y energía de rápida disponibilidad para las bacterias ruminales, han sido involucrados en este problema. Como elemento corrector, se puede apelar a la suplementación con reservas de calidad o granos.

Análisis de la pastura

En la medida de lo posible se recomienda el análisis, siempre y cuando se obtengan resultados en tiempo “real” para actuar en consecuencia. Siempre hay que tener presente que las pasturas son estructuras dinámicas. El contenido de PB de un primer crecimiento podría ser alto, pero la provisión de nitratos puede agotarse y la PB del último rebrote, descender a la mitad o menos del valor inicial. Por otra parte, al usar un verdeo como oferente proteico para potenciar un silaje, si los tenores de los rebrotes del verdeo son muy bajos, este efecto complementario no se va lograr y la respuesta animal puede resultar mediocre, sobre todo en animales jóvenes.

Especies

La avena siempre ha sido cereal forrajero invernal más difundido en el país, en diversas regiones ganaderas. Por su parte, el centeno, apreciado por su rusticidad, tiene mayor aceptación en áreas con limitaciones climáticas o edáficas, especialmente en la región semiárida pampeana. En cambio, el triticale concentra propiedades de rusticidad con buena calidad de forraje. En los ambientes más húmedos, el raigrás puede ser la especie elegida, la cual cuenta con un portafolio varietal de variadas características.

Por lo tanto, atendiendo a estas consideraciones se debiera planificar qué materiales sembrar y la secuencia de pastoreo si contamos con diferentes recursos. Las cebadas y las avenas deben comerse temprano para tratar de asegurar un rebrote cuando las temperaturas todavía no son muy bajas.

Los centenos tienen riesgos de encañar tempranamente en otoños cálidos y primaveras anticipadas por eso debe vigilarse su estado fenológico, acelerando los pastoreos cuando tiendan a encañar. Por otro lado, el triticale y los raigrases son más plásticos para acumular forraje en el lote sin perder demasiada calidad. En la mayoría de las situaciones resulta muy apropiado realizar un pastoreo rotativo planificando franjas, en lo posible para 1-5 días de ocupación. Esto permite controlar el pasto ofertado, evitar desperdicios y estimar mejor la duración de un período de crecimiento del recurso.

 

FUENTE: Revista Chacra