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En un mundo con buenas perspectivas para las carnes, Argentina es la gran interrogante.

La respuesta será positiva si el país logra producir más carne bovina. Para ello será necesario elevar el peso de faena y la cantidad de hembras en pro­ducción. Así se podrá abastecer al vigoroso mercado interno y al expectante mercado internacional, que espera que el país vuelva a ser protagonista del comercio mundial de carne vacuna.

La producción de carne bovina tiene un futuro venturoso, independien­temente de las cuestiones coyuntu­rales. Existe un elemento desequili­brante que inclina la balanza y cuya influencia es inevitable: el creci­miento demográfico y del producto bruto interno de los países emer­gentes, asegura una fuerte presión de la demanda sobre la oferta en términos absolutos, dado el acceso de las clases sociales más posterga­das a un mayor poder adquisitivo.

Esto ocurre porque los ciudada­nos, cuando mejoran sus ingresos, lo primero que hacen es satisfacer sus necesidades básicas. Dentro de ellas, figura el consumo de proteí­nas y la carne bovina está en la cima de esa pirámide nutricional.

Es claro que estamos transitando un ciclo negativo de las commodi­ties -materias primas- y que el precio internacional de la carne bovina sufrió una baja muy moderada que hasta nos hace pensar que está dejando de com­portarse como una commodity para pasar a ser un “bien escaso”.

Las condiciones están en proceso, la demanda sigue presionando y lo hará cada vez más. Según fuentes de la FAO, en el año 2050 necesi­taremos por lo menos 100 millones de toneladas para abastecerla y en el 2014 la producción mundial fue de tan solo 61 millones.

Entonces, del lado de la deman­da las cosas están claras: crecerá y crecerá. Del lado de la oferta hay mucho por hacer. Esta situación no marca una debilidad sino que es una oportunidad que, por supuesto, tiene además perfil de desafío, ya que el crecimiento de la producción debe darse en el marco de la transfe­rencia de tecnología, para lograr que los países que tienen baja produc­tividad por hectárea/año alcancen metas superiores de eficiencia.

¿Cuál será el sistema productivo que pueda atender esta demanda arrolladora? ¿El sistema extensivo, el intensivo o la lógica combinación de ambos (cría a pasto y engorde a corral)?

Está claro que los sistemas pas­toriles de producción de carne van a ser uno de los más demandados pues la progresiva ocupación del territorio por la producción de gra­nos generará una disminución de oferta de “carne a pasto”, lo que llevará a una mejora de precios que los consumidores más exquisitos estarán dispuestos a pagar.

De todos modos, no todas son rosas, ya que este aumento de la producción debe lograrse con un estricto objetivo de sostenibilidad. Este punto es importante porque tenemos que atender la demanda, pero debemos ser respetuosos de nuestro planeta. No obstante, no es difícil. Es posible alcanzar la sus­ tentabilidad económica sin afectar nuestro medio ambiente.

Por todo lo expuesto, la cadena de ganados y carnes tiene claramente un destino inevitable: transformarse en un excelente negocio para todos los integrantes. Y lo más importante es que el mundo entero nos ayuda. Tenemos que pensar hacia adelante, planificar y dirigirnos en ese sentido.

¿Cómo se inserta nuestro país en este contexto? La respuesta no es simple, venimos de años en los que perdimos una parte importante del stock bovino y mucho territorio pasó a ser destinado exclusivamente a la explotación agrícola.

Nuestros ganaderos se encontraban con fuertes quebrantos en su negocio y además muy desincentivados por la falta de perspectivas y -lo más impor­tante- falta de políticas activas de desa­rrollo de la ganadería. Este descontento ganadero fue cambiando a lo largo de 2015, con la percepción de que un ciclo terminaba e iba a empezar otro más venturoso. Se empezó a notar entonces que comenzaba incipientemente un ciclo de retención de hembras en los campos lo cual redundará, en el futuro, en un aumento de la oferta de carne. Pudiendo abastecer nuestro vigoroso mercado interno y tener saldos exporta­bles que nos permitan volver a ocupar un lugar en los mercados mundiales, algunos de ellos nuevos, pero otros que nunca olvidaron la calidad de la carne argentina y que están dispuestos a diferenciarla en el precio.

Creo firmemente que si produci­mos más carne el problema no va a ser venderla, sino que el desafío será venderla mejor. El aumento de pro­ducción de carne viene en dos senti­dos: uno inmediato con el aumento de peso de faena y otro mediato, con el crecimiento de la cantidad de hembras en producción, que son la fábrica de terneros para alimentar los sistemas productivos extensivos a pasto, e intensivos a grano que ha adquirido un desarrollo fenomenal en los albores del siglo XXI, aportan­do hoy un numero realmente impor­tante de animales para la faena.

Todo depende de que la cadena de ganados y carnes funcione como tal, con cada eslabón traccionan­do al anterior y descansando sobre el siguiente. Sin esta coordinación, seguiremos siendo un conjunto de esfuerzos individuales y para esto necesitamos al Estado Nacional apo­yando, arbitrando y fiscalizando.

“Unirnos es el principio, mante­nernos juntos es el progreso, traba­jar juntos es el éxito”. Henry Ford.

Por Jorge Torelli

Director de Industrias Frigoríficas Mattievich.

Consejero del IPCVA jorgetorelli@mattievich.com.ar

Fuente:  Revista AmeriCarne Nº110, Edición de Enero 2016

 

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